Hace veinte años que fui por primera vez a los Pirineos con idea de hacer una ruta. Curiosamente, no fue por casualidad, ya que las casualidades no existen.
Desde pequeño, siempre había tenido contacto directo con el Medio Rural-Natural durante los meses estivales que pasaba en un pequeño pueblo Turolense, donde las montañas y el río son una fuente inagotable de recursos contra el aburrimiento además de la mejor escuela. Por otra parte, la relación familiar con el mundo de la horticultura ornamental, también facilitaban una estrecha relación con el mundo de las plantas.
Pero un hecho determinante precursor de esta ruta, fue la amistad de mi madre con la señora Julia. Esta señora siempre me contaba que era originaria de un lugar conocido como Siresa, en el corazón del Valle de Hecho (Huesca), en pleno Pirineo Aragonés.
Siempre que la señora Julia enviaba postales para felicitar a mi madre en verano, me sentía identificado con esas imágenes del pirineo, de Sirena y de la Selva de Oza. Todavía conservo con todo mi cariño una de esas postales que despertaban mi interés por el mundo pirenaico. Esta encantadora señora siempre me hablaba de la belleza de su tierra y siempre nos comentaba que a ver cuando podríamos por allí.
Pasaron los años, y la señora Julia se fue a vivir a Zaragoza, pero no tardó mucho tiempo en dejarnos para siempre. Siempre llevaré su recuerdo conmigo.
Por fin, después de tantos años, decidí en compañía de mis amigos Javier y Antonio en hacer una ruta por aquella zona que yo tanto deseaba visitar. Decidimos hacer el Viaje en tren, esos viajes que ya no se hacen hoy en día cuando vamos desde lejos al Pirineo. Partimos de Valencia a Zaragoza. Tras visitar el palacio de la Aljafería, tomamos el tren que nos llevaría hasta Jaca. Aquella noche, la pasamos en un camping que estaba en la carretera de Puente la Reina y al día siguiente, pudimos visitar la ciudad, para por la tarde tomar el autobús que nos llevaría hasta Ansó. No era un autobús de estos cómodos que tenemos hoy en día, pero tenía cierto encanto, incluso de un frenazo salieron varias partes bajas de los asientos volando. Recuerdo que el chofer nos llamaba “mochileros”. Cuando llegamos a Ansó, había fiestas locales y estaban haciendo una corrida cómica con un becerro. Conseguimos provisiones para iniciar el camino. Nunca olvidaré el aroma y sabor del pan que compramos, hoy no es tan fácil encontrar un pan como aquel.
Empezó a anochecer, y nos fuimos carretera arriba, hasta que vimos un lugar junto a un puente para poder pernoctar, ya que la noche se nos había echado encima. Estábamos junto al río Veral. Las babosas que estaban sobre la hierba eran enormes comparado con las que estábamos acostumbradas a ver.
Con la luz del día decidimos emprender el camino hacia Zuriza. Era la primera vez que veía bosques con abetos y hayas. Me impresionaba ver la densidad de los bosques, tan densos que si te adentrabas en ellos tenías la sensación de que te quedabas a oscuras. Todavía no se había puesto el sol, cuando tras pasar el refugio de Linza tomamos sendero hacia arriba, hasta que bien entrada la noche, no pudimos continuar y montamos la tienda. Las vacas campaban a sus anchas por los alrededores.
Al amanecer, desmontamos la tienda y pudimos contemplar la belleza del paisaje. Continuando por la senda, nos sentimos emocionados cuando llegado un punto nos dimos cuenta de que estábamos dentro del país vecino, Francia. Sorprendía el verdor que se asomaba entre la niebla que en ocasiones se acercaba.
Pasamos rodeando una montaña conocida como el Petrechema, con la idea de ir al ibón de Acherito. Vimos un refugio de montaña abierto, y nos pusimos a comer allí. Hacia el Sur se divisaba el castillo de Acher, pero de repente, sin saber como, el cielo se cubrió, y vimos una cortina de agua que rápidamente se nos acercaba. A partir de ese momento, no sabíamos qué hacer, y decidimos bajar el barranco con todo el temporal. El agua cada vez era más fuerte.
En aquella época yo no tenía las botas de montaña que tengo ahora, iba muchas veces con zapatillas deportivas y con una mochila de esas incómodas que llevaban un armazón de metal. Tampoco chubasquero decente. Por suerte Antonio era el único de los tres que llevaba chubasquero decente y salvó del agua su mochila. Javier y yo, llevábamos la mochila tan calada de agua que el peso nos torturaba.
Bajando y bajando, la luz del cielo empezó a debilitarse, y más con el fuerte temporal que teníamos encima. Al llegar al final del barranco, vimos unas instalaciones militares en estado deteriorado. Cual fue nuestra sorpresa cuando una puerta de color verde se podía abrir, y al menos quedaba parte del tejado construido con placas de fibrocemento, manteniendo un espacio reducido de unos 3 metros cuadrados seco. El resto estaba todo inundado. Se trataba de unas cocinas militares, con fogones de leña. Cuando nos dimos cuenta de que se nos había acabado el agua, con la marmita de la cantimplora comenzamos a recoger el agua que escurría por el tejado para poder beber.
Como pudimos, montamos un tenderete y extendimos sobre el suelo la tienda de campaña con la idea de dormir sobre ella. Menos mal que Antonio nos pudo dejar ropa, pues la noche era fresca y estábamos empapados desde la cabeza hasta los pies. Acoplándonos al espacio disponible nos tumbamos para pasar la noche como fuera.
Al día siguiente, el cielo amaneció cubierto, y los picos salpicados de blanco con las primeras nieves. Tras comer algo, nos pusimos al hombro nuestras mochilas, y nos fuimos en busca de la pista que nos llevaría hasta Siresa.
Cuando llegamos a la población, lo primero que nos sorprendió fue la iglesia de San Pedro con origen del S IX, una de las edificaciones más representativas del románico español. Buscamos una pensión donde alojarnos y nos fuimos a tomar unas cervezas. De repente, vi que esa postal que conservo desde pequeño, cuadraba con la imagen que tenía delante de mis ojos. Se trataba de una casa con una parra y una chimenea pirenaica de piedra. Pregunté, y me dijeron que esa era la casa de la señora Julia. Sentí una gran emoción. Nos acercamos, y había un señor en la entrada, que nos hizo pasar. Yo me presenté y el me dijo que se llamaba Ángel y que era primo de la señora Julia. Tuvimos una agradable conversación el la que él me comentó de las temporadas que pasaba con su prima cuando se acercaba a Valencia, sobre el barrio, sobre el horno de la señora Pura, de Toniqueta…
Creo que en ese momento tuve la sensación de haber cumplido una ilusión que rondaba por mi mente, la de conocer el Pirineo y la de conocer la tierra de la señora Julia. A partir de aquel momento, comencé a conocer en viajes posteriores otras partes del Pirineo que han llenado mi vida de emociones.
En aquella ocasión, Javier decidió llevar la cámara con un carrete en blanco y negro, para hacer fotografías diferentes aunque se solían hacer en color. También llevábamos otra cámara con carrete en color .No era tan fácil como hoy en día con la fotografía digital.
Tampoco teníamos GPS, los mapas topográficos y la brújula eras las dos herramientas que nos ayudaban a trazar nuestro sendero
Quiero dar las gracias a Javier y a Antonio, que me acompañaron en aquella empresa tan interesante. Un viaje que nunca olvidaremos, lleno de innumerables anécdotas, como las vacas comiéndose nuestra comida o la señora de la pensión que nos puso el despertador por la rendija de la puerta con la hora equivocada y casi perdimos el único autobús que había hacia Jaca.
Todavía conservo con cariño los planos topográficos que utilizamos. He tratado de dibujar aproximadamante el recorrido que hicimos.
22 comentarios:
Que lujo de crónica, amigo Fernando. Que vivencias mas bonitas y entrañables. Que bien las recuerdas Y las fotos hacen gala de vuestro amor al Pirineo. Fotos para el recuerdo, sí. Hay una con un puente que pone "peligro" donde pasé hace años. Tengo la foto, apoyado sobre la barandilla de madera. Los detalles del autobús, etc. todo me ha cautivado.
Gracias por compartir tus recuerdos.
Un abrazo,
Luis.
¡Hola Luis!
Gracias por compartir conmigo estas vivencias. Pueden parecen insignificantes, pero son la chispa que dio lugar a otras posteriores, y espero que esa luz no se apague mientras viva. Como bien dices, el amor al pirineo es algo que crece con el paso de los años, tú bien lo sabes.
Un abrazo.
Una preciosidad de reportaje.
Cómo pasa el tiempo....
Un abrazo y enhorabuena.
Estoy de acuerdo con Luis y Paco esta crónica es entrañable y muy bonita. Recordando aquellos años donde descubriste los Pirineos. Ademas de detallarla con tan buena memoria pese a los años transcurridos. Las fotos con las que la acompañas son fantásticas, me encantan estas fotos antiguas que nos muestran como era aquello hace 20 años. Felicidades por la crónica otra vez, saludos
¡Hola Paco! Aunque no hay que anclarse en el pasado, a veces miramos hacia atrás con cariño y la mirada bien alta, como dando gracias.
Un abrazo.
¡Hola Trotasendas!
Las cosas evolucionan y cambian, las gentes, los paisajes, incluso nosotros mismos. Pero descubrir Pirineos, es una experiencia que no se olvida.
Tú mismo lo sabes...
Um relato de emocionar... que beleza de percurso e que recordações você carrega. Ainda bem que existem as fotos para nos fazer lembrar desses momentos tão marcantes com os amigos...
Um beijo.
¡Hola Teca!
Los buenos momentos y los buenos amigos, están presentes siempre.
Un beso.
Preciosa aventura, y tan llena de recuerdos. Te imagino alguna noche actual casi durmiendo, viniendo todo eso a tu cabeza, sabores olores y vivencias que se fueron, pero están en ti.
Eres rico.
Un abrazo Fernando.
Aunque mi primer viaje iniciático al Pirineo se remonta unos 32 años atrás me siento plenamente identificado con el vuestro y con esas primeras emociones ante la grandiosidad y generosidad de la Naturaleza pirenaica (contratiempos incluidos).
Siempre es hermoso recordarlo.
Gracias.
Fernando, la vida son los recuerdos que uno posee, que hace que seamos quienes somos.
Bonita historia y bonitas fotos, lamentablemente mi primera visita a los Pirineos fue hace poco, pero he vuelto y volveré a descubrir todo lo que me perdí durante años de ignorancia.
Un abrazo.
¡Hola Chomp!
Yo soy de los que piensan que tener experiencias en la naturaleza, es invertir en uno mismo. Por otra parte es mucho lo que se aprende.
Besos.
¡Hola Francisco Javier!
Por lo que voy viendo, no soy el único que se dejó sorprender por los Pirineos. La verdad es que es una experiencia que no se olvida en la vida.
Un abrazo.
¡Hola Eugeni!
Nuestro presente es consecuencia de nuestro pasado. Cuando mejor sea nuestro momento presente, mejor será nuestro futuro, pero eso sí, sin aferrarnos al pasado y sin obsesionarnos por el futuro para no perdernos el momento presente. No pienses en lo que te has perdido, piensa en lo que eres capaz de disfrutar ahora.
Un abrazo.
Hola Fernando
Que recuerdos!!!Que bonito!!!Esto quiere decir que ya hace años que le pegas a este fascinante mundo de la montaña...
Seguro que te has emocianado al recordar estas magnificas vivencias, no es para menos.
Un abrazo
Jose
TROTASENDES BENICALAP
Que bonitos recuerdos y ¡que suerte de tener las fotos!,de mis andanzas de juventud no tengo practicamente ninguna,las hacia la gente del club y la verdad que no le daba importancia...hasta ahora.
¿Quien no ha tenido una mochila de esas?,jajaja.
Un abrazo.
¡Hola Jose (Trotasendes Benocalap)!
Cuando tenía 6 años, ya me escapaba de casa en el pueblo donde veraneaba y me iba a la montaña, la verdad es que nunca me perdí. Posteriormente, fui conociendo lugares nuevos por mi cuenta con los mapas topográficos de la zona y descubrí nuevos lugares y paisajes. Pero también he tenido la suerte de conocer auténticos maestros que me han mostrado muchos lugares y conocimientos, me refiero a pastores, gentes del medio rural, agricultores, ancianos..., gentes que han vivido con el medio rural y me han transmitido mucho. Algunos de ellos ya no están en vivos, pero queda una parte de estas gentes en mí que me gustaría ir transmitiendo.
Un saludo.
¡Hola Fosi! Las fotos no son lo más importante aunque nos alegremos de verlas, lo mas importante son las vivencias que llevamos dentro de nosotros, y que nos forjan en el ser humano que somos.
Menos mal que ya no quedan mochilas de esa, je, je, ...los materiales que hay hoy en día son más ligeros y de mayor calidad.
Un saludo.
Qué tiempos más señalados y cómo marcan la nostalgia en el personal.
Recuerdo la primera excursión a la Selva de Oza en 1981 cuando vi por primera vez a los quebrantahuesos. También recuerdo en Riglos mis primeras escaladas de antaño con gente diferente a la actual, de ámbito más competitivo y creo que, de bastante peor rollo, sobre todo en los ochomiles.
Un acierto de entrada.
Saludos.
¡Hola Javier 16!
Veo que tú tampoco has olvidado la Selva de Oza y además viste el quebrantahuesos. Yo vi esta ave por primera vez hace dos años en Escuaín y también me emocioné. Riglos es una de esas cosillas que aún tengo pendientes, pero no para escalar, sino para caminar por el "Reino de los Mallos"
Un saludo.
Hola Fernando.
Un gran y emotiva aventura,de esas que no se olvidan,gracias por compartir esas fotos con nosotros.
Oye,por ti no pasan los años,eh? estas igualito que ahora jejejeje....
Un saludo.
¡Hola Dani!, Todo consiste en hacer un pacto con el diablo... (Pero el pacto no es eterno,je,je,je...)
Un saludo.
Felicitaciones por tu crónica. Su lectura me ha cautivado y por momentos parecia estar haciendo la ruta con ustedes. Animo y a seguir disfrutando de la naturaleza y de los Pirineos en particular.
Espero que sigas disfrutando de las entradas que se van publicando.
Un saludo.
Hola Fernando,no se ni como navegando me encontré con tu blog y leí con gran sorpresa tu excursión por el Valle de Hecho y mas aún saber que conociste a mi tía Julia,mi madre se emocionó al ver su foto y mas cuando al dia siguiente hacia años que habia muerto.Un saludo desde Siresa.Maria Jose.
¡Hola Mª josé!
Perdona que haya tardado unos días en contestar (he estado fuera), pero me ha emocionado pensar que te hayas encontrado con esta entrada del Blog. Te puedo decir que yo de pequeño tenía mucho aprecio por tu tía, porque era muy amiga de mi madre. Saluda a tu madre que disfrutó de ver la foto. Las postales que nos enviaba de Siresa en verano y no que me contaba del Pirineo, influyeron mucho en mi interés por la Naturaleza.
Un grato saludo desde Valencia.
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